martes, 6 de septiembre de 2016

QUIEN SABE SI LAS CIGÜEÑAS HAN DE VOLVER POR SAN BLAS


El 13 de marzo de 1900, el Heraldo de Aragón informaba de la colocación de la primera piedra de lo que iba a ser la Azucarera y Refinería de Alagón, una pequeña población situada en un entorno rural sostenido por una economía agropecuaria que rozaba la subsistencia.

En un horizonte repleto de hambre e incertidumbre en el que los braceros se apelotonaban en el Paradero, punto neurálgico de la localidad, con la desesperación del que necesita trabajar para comer, y en una situación de crisis generalizada, la industrialización llegaba de manos de capital catalán, la Compañía Industrial Azucarera de Barcelona, capital forastero, que provocó no pocos recelos en esos primeros tiempos.

Finalmente la planta fabril se inauguraría con el nombre de Nuestra Señora de las Mercedes, y a partir de ese momento, la modernidad y la prosperidad de esta pequeña población Aragonesa iban a caminar de la mano de la azucarera. En 1903 la factoría fue integrada dentro de la Sociedad General Azucarera Española, un trust creado para evitar superproducción en las azucareras y controlar los correspondientes stocks de azúcar.

En esta primera etapa contaba con unas 270 personas contratadas, llegando a tener más de 900 puestos de trabajo durante la campaña de fabricación y refinería, que ocupaba medio año y no coincidía con la cosecha, así que era habitual que los alagoneses combinaran el trabajo en el campo y en la Azucarera.

Unos años después, entre 1918 y 1920, se produjo el primer hito tecnológico, la construcción del llamado jugoducto, una enorme tubería que conectaba mediante un ingenioso sistema las Azucareras de Cortes, de Gallur y de Alagón. Un tubo de 34 kilómetros, del que a día de hoy todavía se conserva un pequeño tramo, que permitía enviar el jugo obtenido en Cortes y en Gallur hasta la factoría de Alagón donde era molturado y refinado.

La Azucarera de Alagón se convierte progresivamente en cabeza visible de una importante red industrial que comenzaba a tirar con fuerza, en los años 20, de la economía de la comarca. A esto le siguieron importantes mejoras en la maquinaria y fuertes inversiones en tecnología alemana puntera en el momento. La plantilla en estos tiempos llegó a rozar los 1.100 trabajadores.

Pero en 1936 la guerra civil frena en seco este avance industrializador y sumerge la industria azucarera, o más bien a todo un país, en una oscura crisis de la que parecía imposible salir. Pasada la guerra, el intervencionismo estatal no hizo más que entorpecer los intentos de avance y regeneración industrial. En los propios archivos de la azucarera se refleja la intervención y las exigencias de dación de cuentas a los organismos oficiales del régimen, concretamente a la Oficina Provincial de Migración, la Comisión Provincial de Reincorporación de Combatientes al Trabajo y la Jefatura Local de Falange.

Es a partir de 1956 cuando comienza a vislumbrarse ligeramente la luz de una prosperidad que, aunque tímidamente, conseguía ofrecer algo de ilusión ante el desolador panorama de años anteriores. El gran cambio en estos años fue la instalación de una Central Eléctrica en el interior de la propia azucarera, que fue responsable de un considerable aumento de la producción. A este gran avance se sumaron otros como la instalación de una nueva máquina, de procedencia francesa, a la que se suministraba azúcar húmedo y lo convertía en terrones que luego envasaba en cajas de un kilo.

Sin embargo a partir de 1968 comienza a vislumbrarse la crisis de la industria azucarera en Aragón. Esto viene motivado por la mayor efectividad de las compañías ubicadas en otros puntos del país lo que provocó que las grandes compañías azucareras comenzasen a cerrar las plantas aragonesas. El fatídico año de 1973 es el que marca el turno de la Azucarera de Alagón. Un duro golpe socioeconómico para toda la comarca que se vio inmersa en una crisis en toda regla. La planta de estuchado continuó abierta, pero suponía únicamente un par de decenas de trabajadoras contratadas. El cierre definitivo se produce en el año 1993.


Textos extraídos de la obra de Daniel Sancet Cueto, 
La azucarera de Alagón: la llegada de la industrialización a
una localidad zaragozana de tradición agrícola 
y su evolución a lo largo del siglo xx.



La azucarera se compone de una serie de edificaciones de distintas características, construidas en su mayoría entre 1900 y 1907, aunque también existen construcciones de los años 30 e incluso de los años 60, todas ellas vinculadas a una fase concreta del proceso industrial de obtención del azúcar a partir de la remolacha azucarera.

En general se trata de amplios contenedores con fábrica de ladrillo o mampostería y cubiertas de teja a dos vertientes, unas veces sobre estructura de madera y otras metálica, tanto sobre columnas de fundición como sobre pilares metálicos roblonados, que presentan pequeños elementos decorativos en sus fachadas. Sin embargo, hay excepciones, como el almacén de pulpa, construído entre 1925 y 1940, que destaca por su originalidad constructiva, a base de tapial de hormigón en masa y ladrillo con la ayuda de vigas aligeradas en lugar de cerchas, conformando un edificio sin fin que, sin embargo, se integra perfectamente en el conjunto edificado variopinto y decimonónico del resto de la azucarera. Los tramos finales se construyeron con una solución de muros de ladrillo atirantados, que permitieron definir los testeros como fachadas principales de entrada y salida de los vagones del ferrocarril.





                                                               Nave de la pulpa, exterior e interior.


Fuentes de los textos: 
http://www.patrimonioculturaldearagon.es
http://www.docomomoiberico.com


En el Boletín Oficial de Aragón de 22 de octubre de 2007, se publicaba la Orden de 3 de octubre de 2007, del Departamento de Educación, Cultura y Deporte de Aragón, en la que se declara el conjunto de 16 edificios destacados de la Azucarera de Nuestra Señora de las Mercedes, en Alagón (Zaragoza), como Bien Catalogado dentro del Patrimonio Cultural Aragonés.

El Ayuntamiento y Ebrosa, que compraron los terrenos a Ebro Puleva, tenían un convenio para urbanizar esa zona, en la que estaban previstas más de 800 viviendas. Los edificios que corresponden a la fábrica, ampliación de esta, filtros de negro y lavadero de remolacha se iban a destinar a vivienda protegida y el resto de edificios a equipamientos públicos. En cuanto a las naves utilizadas en su día como secadero y almacén de pulpa iban a tener un uso comercial, cultural y hotelero. En todos los casos se preveía el respeto de las fachadas y elementos estructurales de los edificios.

Sin embargo los edificios de la azucarera han sido víctimas del olvido, del vandalismo y de varios incendios. El entorno de las diferentes naves mantiene solo una de las dos chimeneas que formaron parte del paisaje alagonés durante mucho tiempo, de la segunda, solo queda la parte baja, y de momento lo único que ha hecho el Consistorio ha sido una mínima consolidación estructural y cierre de accesos de los 16 edificios catalogados, el resto del proyecto de rehabilitación parece estar enterrado en el olvido.

En la actualidad se encuentra únicamente habitada por decenas y decenas de cigüeñas que se han afincado allí formando una curiosa comunidad de propietarios ruidosos y descarados, que invaden las cubiertas con inmensos nidos y acompañan al visitante silencioso con el estruendo de sus picos crotoreando sin descanso.






































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Por otra parte, tengo intención de conservar los lugares que visito en el mejor estado posible y durante el mayor tiempo posible, por ello no doy localizaciones, a parte de los sitios muy conocidos, y por ello muy vandalizados, cuya ubicación ya cito en los textos.

No saqueo, no robo, por supuesto respeto las cerraduras que están cerradas, no rompo cosas, paso por el sitio dejándolo intacto, solo hago fotografías y disfruto mucho de lo que me rodea.